Poemas

Celia

A Celia, nacida hoy

 

No conoces la lluvia ni los árboles,

pero ya eres un bosque.

 

Hoy que comienza el mundo para ti,

que se pueblan tus ojos con el mar,

que todos te reciben como en una estación

donde se espera siempre,

que es principio y asombro,

mapas que no aseguran un lugar donde ir.

 

Hoy que el mundo comienza,

tristeza inadvertida,

eres el tiempo limpio,

el olor a madera y el silencio,

las preguntas sin sombras

y el amor sin orgullo

del que ha perdido todo.

 

Es esa mi certeza,

las olas, el océano,

tu risa que es un pájaro.

 

Has traído el murmullo de un recuerdo,

los pies pequeños, como pequeño

es el rastro de nieve que has dejado

en las horas de enero.

 

Cómo será la vida cuando crezca en tus manos

con la fragilidad de las buenas noticias,

como un pez que se escurre para volver al río.

 

Una tarde cualquiera,

con la misma sorpresa que un amor,

vas a sentir la brisa que ha tocado los árboles

con su cansancio antiguo.

 

Hay veces que es rugosa y escuece como un fósforo

cuando enciende un recuerdo…

 

Tus manos brillan,

no hay sombras ni puñales,

puedo ver los cometas

arañando la noche

como un barco que zarpa y se adentra en la niebla.

 

La vida es una casa donde habita un extraño,

un jardín del pasado al que no volverás,

una orilla que buscas con miedo a los fantasmas.

Pero también la vida

es una luz detrás de una ventana

cuando la oscuridad

ocupa cada hueco y cada continente.

 

Esta noche es oscura,

el tren busca unos brazos

que están al otro lado de las horas.

 

Mientras, pienso en el modo de decirte

que los sueños son parte de nosotros

como un embarcadero es un viaje.

 

Porque ya eres un bosque,

y hay delfines, y lagos, y montañas,

y amores imposibles

que se llamarán Celia.

 

Alguien dice tu nombre en el futuro

y se llena de gente una casa vacía,

todos se sientan a la mesa.

Ya lo habrás olvidado,

fue la felicidad quien sembró este dolor,

fue la felicidad igual que una tormenta

sobre un vaso vacío.

 

Cuando lleguen el miedo y la desesperanza,

y todas las cerezas hayan caído al barro,

y las gaviotas griten

el olvido imposible de una mujer herida

que siente que avanzar es quedarse más sola…

 

Si todo esto sucede

recuerda la manera en que la lluvia

se convierte en un árbol

y el modo en que las olas

son el final del agua y el principio del mar.

 

No conoces el mar, ni el barro, ni los árboles,

pero ya eres un bosque por el que pasa un río.

(De La insistencia del daño, 2014)

Madrugadas XII

Y recorrer al niño

que quiso parecerse

al hombre que no ha sido.

 

Y cada noche verle

llorar en los rincones.

 

Y cada noche oírle

decir que lo sabía.

 

(De Razones para huir de una ciudad con frío, 2004)

Postal de Praga

Quiero traerte al mundo que conozco,

a mi mundo de voces y fantasmas,

de ciudades que tienen un rincón

donde buscar la muerte.

 

Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo…

 

Ahora miro el Moldava,

el agua se suicida en cada margen,

la ciudad está quieta,

es un dolor sin dioses ni esperanza,

muchas guerras después

aquí la gente huye

de cualquier ilusión pronosticable

y el cuerpo se contagia

de un temblor parecido a la humedad.

 

Las paredes son grises como el humo,

hay un final después de las palabras

que parece romperse.

 

Y en Vysehrad se mueren las palomas,

el invierno es tan frío que resulta

una herida en las manos y en los pies.

 

Pero aquí nadie tiembla, todos saben

que es cuestión de fortuna y de equilibrio.

 

Todos creen en la espera.

Y el dolor se acostumbra,

el tiempo se acostumbra,

el miedo y la tristeza se acostumbran

a vivir sin rencor.

 

Nada tiende a romperse, todo queda

empapado después de una tormenta,

de una frágil tormenta que sostiene

un milagro de voces,

un dolor tan amargo como el frío.

 

(De Razones para huir de una ciudad con frío, 2004)

El lago

Esta nieve que pisas va a convertirse en barro

y en el lago veré mi rostro sin el tuyo.

 

He transitado el borde de la orilla,

he querido cruzarlo sin mojarme los pies

y he tropezado tanto que me duelen las manos.

 

Debajo de la hierba esperan piedras

que reciben mi piel como una encrucijada.

 

Pero no se la apropian,

los cuerpos son tan bellos cuando el tiempo los toca

que no nos pertenecen,

son un bosque prohibido.

 

Quedará para siempre la marca de un reflejo

porque no van los brazos a olvidarlo todo

aunque se hagan más grandes nuestras dudas.

 

Las canciones que olvidas son huellas en la nieve

y en la piel de los lagos se deshace el futuro.

 

(De Los ojos del pelícano, 2010)

Un lobo

Dentro de este poema pasa un lobo

que deja sus pisadas en la nieve.

 

Sigiloso y hambriento,

recorre una ciudad

que miró confiada hacia el futuro.

 

Hoy han bajado todas las persianas.

 

Es tarde,

trato de no hacer ruido

y que avancen los versos como pasan los días

para que el lobo escoja

un camino que lleve a otro lugar,

una presa más débil.

 

Pero en este poema espera un lobo

que ha venido a buscarme.

Aunque intente estar quieto y no hacer ruido

salta por las palabras un recuerdo

que me arranca un aullido y me devora.

 

(De Los ojos del pelícano, 2010)

La caída

A mi madre

 

¿Recuerdas cómo mueren los pelícanos?

Bajo el sol de la tarde

que golpea la costa del Pacífico

el agua los engulle como al plomo.

 

Nada puede salvarlos.

 

Hay tanta dignidad en el vacío,

tanto amor en sus vuelos,

que en el último instante escogen el silencio.

Sólo queda

el golpe de sus cuerpos contra el agua

como un rumor de viento imperceptible.

 

Desde esta habitación no puede verse el mar,

no existen altas rocas y no queda horizonte

que no hayan destruido.

 

No importa,

intuyes un rumor en esta noche negra,

puedes tocar su brazo.

 

Recordarás entonces, al percibir el frío,

que en otoño ese mar que tanto amas

se vuelve gris y deja

los nombres del pasado escritos en la arena.

 

Te has sentado a mirarlos.

 

Frente a ti,

torciendo el horizonte,

un niño se sumerge entre las olas.

El levante, tan cálido y perfecto,

lo traiciona y lo empuja.

 

Has venido a salvarme.

 

Tus brazos,

tan frágiles ahora,

cubren el cuerpo de mis nueve años

hasta tocar la orilla.

 

Es cierto,

desde esta habitación no puede verse el mar

pero tiemblan mis manos igual que aquella tarde.

Ahora cojo las tuyas,

siente cómo te amo,

cómo salvas mi miedo con tus gestos,

cómo tienes la vida sujeta entre los dedos.

 

Deja a un lado la carne,

has golpeado tanto tu rostro contra el agua

que la luz se ha quebrado.

 

No hay estrellas debajo del océano.

 

Abre los ojos,

es tan ciega la muerte que el temor te confunde.

Abre los ojos,

búscame ahora en medio de este océano,

voy a agarrarte fuerte con mis brazos,

siente cómo te aprieto,

busquemos nuestra orilla,

el mar no ha dibujado nuestros nombres,

es hoy, no somos el pasado,

es salado el sudor,

es la espuma del mar contra las rocas

este miedo en tus labios.

 

Nos espera la vida.

 

(De Los ojos del pelícano, 2010)

La apariencia

Una ciudad enferma es un invierno frío,

un invierno tan frío como el dolor sin viento,

un rincón es un verso,

un huracán un águila,

agosto una mentira.

 

Las cosas nunca son lo que parecen.

 

Lorca es la luna quieta.

sobre el estanque rojo,.

Neruda un animal.

que se retuerce y llora.

 

Tampoco los poetas.

 

Borges cogió del tiempo su descaro,.

Vallejo jamás leyó a Cernuda,.

Cernuda nunca quiso una mirada.

que pudiera salvarle,.

Miguel Hernández tuvo.

en su mano un fusil,.

y Alberti que fue un pájaro.

azul como las olas…

 

Los poemas que duelen son de todos,

la razón de los días está en ti,

el tiempo no comprende la existencia,

y la ciudad aún duerme,

todos duermen…

La noche es un lugar para el olvido.

 

La niebla nunca suele acomodarse,

los barcos que se hunden son ciudades

en el fondo del mar,

la música es el eco de un lugar muy profundo,

las palabras son cofres que contienen

una parte de ti que pretende ser pájaro.

 

Y hay un lugar que tiembla,

los lugares que tiemblan son paisajes,

paisajes parecidos a septiembre,

cartas que son espera,

direcciones de viento que procuran

recibir un adiós cuando es octubre

y nada se parece al equilibrio

de aquello que has amado.

 

La muerte es un instante que ya es nuestro,

el frío una razón para sentir

el calor de los otros.

 

Nada aquí se parece a su contrario,

este dolor tan simple es un desierto.

 

(De Razones para huir de una ciudad con frío, 2004)

Sueño

Hoy has vuelto a mirarme

con esos ojos tuyos de mi infancia

que me han amado tanto.

 

No podía tocarte.

 

Son complejos los sueños.

 

Lloraba la certeza de que todo acababa.

 

Conocía el final

y los ojos que estaban frente a mí

no temblaban de miedo al ver mi llanto.

 

Me miraban tranquilos,

no se desconcertaban,

clavaban su ternura en mi fragilidad

y en su honda distancia

no querían sellar la despedida.

 

Me persiguen tus ojos,

no sé si están en mí

o si quieren decirme que el sueño ha terminado.

 

(De Los ojos del pelícano, 2010)

El bosque

Alguien entra en el bosque mientras grito.

 

No puedo detenerlo.

 

Sólo existe mi voz

tan rota y tan cobarde

que cada noche vuelve a repetirse

sin que logre hacer nada.

 

Hay tanta incertidumbre allí en el bosque,

es tanta su espesura,

que es mejor estar quieto,

aunque la misma angustia suceda cada noche,

aunque el bosque sea yo y alguien huya de mí.

 

(De Los ojos del pelícano, 2010)